Gregory Ulrich, el autor del atentado a una clínica en la población de Buffalo, fue sentenciado a pasar lo que le resta de vida tras las rejas, sin posibilidad de salir bajo palabra.

El acusado, de 68 años, acudió esa mañana a la clínica con el objetivo, según dijo, de causar daños en la propiedad como venganza por los dolores que sentía a causa de la escoliosis y la negativa del personal de la clínica a prescribirle opiáceas para reducir ese dolor. Lo cierto es que hirió a cuatro y mató a una enfermera además de detonar varias bombas de fabricación casera. El jurado lo encontró culpable de once cargos, entre ellos el asesinato premeditado, por lo que el Juez lo sentenció a nunca salir a la calle de nuevo.

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