Mariana Rodríguez del Toro es una figura destacada en la historia de la independencia de México, aunque su historia es menos conocida en comparación con otros líderes insurgentes. Nacida el 22 de julio de 1778 en Querétaro, México, en una época en la que México era una colonia española, Mariana creció en una familia con un fuerte compromiso patriótico y un deseo profundo de ver a su país liberado del dominio español.

La familia Rodríguez del Toro era conocida por su participación activa en la sociedad queretana, y Mariana creció en un ambiente que valoraba la educación y las ideas ilustradas. Desde joven, mostró interés en la lucha por la libertad y la independencia.

En su juventud, Mariana se casó con Pedro José María de Aranda, un hombre comprometido con la causa independentista. Esta unión la expuso aún más a las ideas revolucionarias y fortaleció su compromiso con la independencia de México.

Uno de los momentos más destacados en la vida de Mariana fue su participación en la famosa conspiración de Querétaro, un complot secreto para organizar la insurrección contra el gobierno colonial español. Mariana y su esposo, junto con otros líderes insurgentes como Miguel Hidalgo y José María Morelos, jugaron un papel fundamental en la organización y planificación de la revuelta.

Mariana no solo apoyó la causa de manera logística, también desempeñó roles como mensajera y propagandista, contribuyendo significativamente a la difusión de las ideas revolucionarias. Su compromiso fue ejemplar, y su participación en la conspiración de Querétaro fue esencial para inspirar a otros a unirse a la causa.

Además de su trabajo en la conspiración de Querétaro, Mariana y su familia contribuyeron económicamente a la causa independentista, proporcionando fondos y recursos que fueron vitales para mantener a las tropas insurgentes. Su sacrificio personal y financiero ilustra su compromiso inquebrantable con la independencia de México.

A medida que la lucha se intensificaba y se expandía por todo México, Mariana continuó apoyando la causa de diversas maneras, convirtiéndose en un símbolo de valentía y perseverancia en una época tumultuosa. Su legado perdura como uno de los pilares fundamentales de la independencia mexicana.